Presta atención, hija mía,
voy a contarte un cuento:
Tu eres mi Caperucita, y
yo soy un lobo hambriento
al que le rugen las tripas
por tus cariños y besos.
Tengo la boca tan grande
para contarte más cuentos...
Tengo tan grandes orejas
para oír siempre tus risas
por encima de los vientos...
Llevo entornados los ojos
pues los deslumbra la luz
que, de tu alma, presiento...
Por llevarte en un bolsillo,
que fueras mi Pulgarcita
sería pluscuamperfecto,
pues del modo más sencillo
te vería en cada momento,
te contaría más cuentos
y compartiría tus sueños.
Con zapatos de cristal,
con zapatillas de cuero,
con o sin capuchón,
con cestita o sin cestita,
eres, en mi corazón,
la hermosa criaturita
que me hizo rey al nacer,
siendo ella una princesita.
Déjame hacerte saber
que, de tan triste como es,
el mundo te necesita.
... Para Esther.
(Ogando, en mayo del 2007)
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